miércoles, 30 de enero de 2013

Catapultas: Evolución y Usos Históricos.


EVOLUCIÓN Y USOS HISTÓRICOS


Catapulta Scorpio
Los romanos heredaron, y después desarrollaron y perfeccionaron la mayoría de las máquinas de guerra que los griegos helenísticos utilizaban en sus guerras y asedios a ciudades enemigas. Su uso se reservaba al combate con ejércitos enemigos o al asedio de ciudades. Una de las grandes ventajas de la artillería romana fue el hecho de que durante muchos siglos muy pocos enemigos de Roma poseyeron y usaron máquinas de guerra. Básicamente, la artillería se dividía en dos tipos de máquinas: las que arrojaban piedras y la que arrojaban flechas o lanzas. No obstante, todas estas máquinas se basaban en un sencillo mecanismo de tensión y distensión mediante cuerdas o muelles. Entre los que lanzaban flechas estaban las catapultas -del griego καταπάλτης "que lanza"-, de las que el tipo más usual probablemente sea el escorpión -scorpio-; cada centuria disponía de uno de estos artefactos que arrojaba flechas de menos de 70 cms. con un alcance máximo de 350 m.; las flechas podían ser además untadas en pez y cubiertas de paja que una vez prendidas se convertían en proyectiles incendiarios.



Chiroballista
También había una versión para uso individual con la mano, la chiroballista -del griego χειροβάλλιστρα "lanzadora de mano"-, predecesora de las ballestas de mano medievales. Un tipo especial de la ballesta de mano era el gastrophetes -del griego γαστραφέτης, "ballesta de estómago"-, así llamada porque se apoyaba un extremo en el suelo y el otro en el estómago para tensar la cuerda; de esta deriva un modelo más complejo capaz de arrojar dos flechas, pero que debía apoyarse en tierra para el lanzamiento por su peso. En la época del emperador Trajano se desarrollaron las carroballistae, es decir, catapultas de flechas montadas sobre carros de dos mulas, lo que las dotaba de una gran movilidad; para su funcionamiento en combate se precisaba de hasta ocho soldados; cada legión contó con un número entre 50 y 60 catapultas de este tipo. Esta clase de artillería no causaba daños en las fortificaciones, salvo incendios en el caso ya explicado, sino que se usaba más para atacar al enemigo.



Gastraphetes de mano


Entre las máquinas de guerra que arrojaban piedras y, por tanto, sí tenían una función efectiva en el ataque a fortificaciones, la artillería romana contaba con artefactos como la ballesta –ballista derivada del verbo griego βάλλω, "arrojar, lanzar"-, una por cohorte (10 por legión); necesitaba unos 10 hombres para su funcionamiento y lanzaba piedras en una trayectoria relativamente horizontal (proyectiles de entre medio kilo y 800 grs. que podrían llegar a unos 180 m.; también se han encontrado proyectiles desde 6,4 kg hasta 7,5 kgs., aunque hay autores que comentan que las grandes ballestas eran capaces de arrojar proyectiles de 20 kilos a 400 metros).

Gastraphetes doble de tierra


Otro artefacto de lanzamiento de piedras más sofisticado y más eficaz era el onager –que recibe su nombre de una especie de asnos salvajes que lazaban piedras al cocearlas con las patas de atrás-, tres por legión, un arma de sitio más que un arma para el campo de batalla que lanzaba piedras con una honda; describiría una parábola parecida a la del mortero actual, con un alcance de unos 30 m. Se introdujo su uso en el ejército romano a principios de la época imperial. En ocasiones llevaba delante un armazón de madera almohadillado para frenar la potencia del brazo del onager.



Ballesta para piedras

EN EL PERIÓDICO

El 25 de Julio del año 2000, el diario El País, publicó en siguiente artículo sobre las catapultas:


Una exposición muestra la evolución de la técnica de creación de catapultas

  • El Centro Cultural Montehermoso de Vitoria acoge 'Tormentaria'

El título de la exposición asusta, pero no hay nada que temer. Tormentaria. Catapultas y máquinas de asedio es un recorrido por la ingeniería militar anterior al uso generalizado de la pólvora, pero que bucea más en las conquistas técnicas y mecánicas que en su aspecto puramente bélico. Conformada por reproducciones fieles de aquellos ingenios, la muestra, que se presenta por vez primera en el País Vasco, se exhibe en el Depósito de Aguas del Centro Cultural Montehermoso hasta el próximo 23 de agosto.
El antiguo depósito de aguas de Vitoria es un lugar inmejorable para albergar la muestra Tormentaria. Su estructura un tanto tétrica y su atmósfera siniestra ofrecen el marco idóneo para torres de asalto, arietes, trépanos, catapultas, cheirobalistas, carrobalistas y otros artefactos creados para rendir ciudades fortificadas. El recorrido deTormentaria (palabra que, a pesar de sus resonancias, se refiere al arte de fabricación de las máquinas de guerra) comienza con una referencia a los asirios, con una torre de asalto que utilizaron en sus guerras. Tras ellos, llegan los griegos, verdaderos pioneros también en estas artes: su catapulta de arco flexible y su catapulta de torsión (en la que utilizaban tendones de caballos y toros) supusieron grandes avances en el lanzamiento de piedras, de hasta media tonelada de peso, por el empleo complementario de distintas fuerzas.
Pero el hito en este tipo de acciones llega, según señala la exposición, con el conflicto que en el año 406 a. C. enfrentó a Siracusa y Cartago. En aquella guerra fue cuando ya se encargó directamente a los ingenieros el diseño de la estrategia de asedio. Estos expertos estaban muy solicitados por los reyes y señores de aquel tiempo, según se recoge en la muestra, que recuerda algunos de los grandes asedios de la historia, como los que sufrió el Krak de los Caballeros, fortaleza cristiana de las Cruzadas en la actual Siria, que todavía se mantiene en pie.
La exposición trata de presentar con estas reproducciones fieles (que han sido realizadas a partir de planos diseñados desde los grabados y documentos de la época) el mecanismo de aquellos artefactos que alcanzaban varios metros de altura y tenían una capacidad ofensiva de hasta 200 metros de longitud. Así, el trabuco (un tipo de catapulta procedente de China y que llegó a Europa con los mogoles) podía llegar a los 30 metros de altura.
Para la construcción de estos ingenios se llegaban a talar bosques enteros y se empleaba siempre madera verde, cuya flexibilidad era imprescindible para el combado del brazo lanzador.
Pero no sólo hay catapultas; también se presentan dos modelos de arietes: uno, el tradicional, en el que se observan los distintos recubrimientos del madero, y el otro, muy popular en la Edad Media europea, cubierto, con una longitud real de 20 metros y que era manejado por 40 hombres. La cubierta del ariete estaba forrada de cuero impregnado de vinagre para evitar que se incediara con el aceite y la brea ardiendo que se arrojaba desde las almenas de la fortaleza.
El último ingenio que se reproduce fue creado por Leonardo da Vinci quien, entre sus múltiples facetas creativas, también tenía la de ingeniero de guerra. Es una catapulta con el brazo flexible, que lanzaba dos proyectiles al mismo tiempo.

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